yañez (rivadeneira)_recuerdos de infancia

1940-1950

MI PRIMER RECUERDO…

Clara YAÑEZ RIVADENEIRA

Mi primer recuerdo: Mi madre me muestra una foto de un bebé desnudo sentado en la arena y llorando y me pregunta... ¿Quién es?

Lo miro y me gusta, lo sigo mirando y descubro que ese bebé soy yo y descubro que existo. El sentimiento es asombroso y me doy cuenta que soy responsable de ese bebé que me gusta y que soy yo...siento la responsabilidad que tengo que quererme y cuidarme.

Creo que ese día tomé conciencia de que existo. Por lo que recuerdo de la foto debo haber tenido alrededor de 2 años.

Vivo en el campo.

Me gusta levantarme muy temprano porque todos duermen y me siento dueña y parte del mundo. Me voy al huerto a comer fruta y a ver a las gallinas. Me siento amiga de los bichitos porque la gente no se ha despertado. Soy feliz. Tengo un amigo. Mi primer amigo. Casi siempre los amigos nuestros (tengo 2 hermanas) son los hijos de los amigos de mi madre. Pero el Lalo es amigo mío. Es hijo de los Piña, inquilinos del fundo y es mi amigo de aventuras. Salimos a pasear juntos.  Buscar nidos de pajaritos y ver los huevos que hay adentro. Hacemos grandes caminatas.

El paseo que más nos entusiasma es ir a “la Mileria”, un bosque de palmeras que hay en Las Palmas, el fundo del lado. Es un paseo que dura muchas horas y que hago con el permiso de la "gente grande" porque nos vamos a ausentar casi todo el día y tenemos que llevar comida. Salimos con los perros, la Cola, el Pascual, el Pichito Güin, amigos inseparables.

Siempre llevamos hondas con la idea de botar cocos de las palmeras y jugamos a tirarles a los pájaros. Recuerdo que en uno de esos paseos, caminando al lado de una quebrada, un pajarito nos seguía cantando y saltando entre los árboles. Le tiré una piedra y lo maté. Fue terrible, era pequeñito y nos había estado acompañando. Traté de resucitarlo, le movimos las alitas pero estaba muerto y yo lo había matado. Recuerdo que ese día el paseo fue triste.

Durante el año teníamos una institutriz francesa a la que todos llamaban Madame - la "señora Madame". Teníamos clases todas las mañanas y en la tarde éramos libres.

Mi hermana mayor estudiaba piano y en las tardes tenía que practicar escalas y piezas sencillas. Recuerdo como momentos de perfecta felicidad sentarme en el corredor y escuchar a lo lejos el piano, mientras caía la tarde.

También en las tardes me gustaba escuchar las risas de la "gente grande". Esto pasaba en verano cuando llegaban amigos de vacaciones. Recuerdo sobre todo la risa de Moneta, una amiga francesa de mi madre a la que yo quería mucho y cuya risa yo asociaba con el relincho de los caballos.

Yo tenía un caballo, el Cariño, un amigo querido y fiel. Con él hacía largos paseos y recuerdo la increíble sensación de euforia y libertad que sentía cuando galopaba con el viento en la cara y el delicioso olor que tenía en su cogote traspirado cuando parábamos a descansar.

Cuando tenía nueve años, se nos comunicó que nos iríamos a vivir a Santiago.

Ese día salí a caballo y llegué al tranque; pequeña represa que estaba a unos cinco kilómetros de la casa y donde había dos palmas. Era uno de los lugares que más me gustaban. Al lado corría un arroyo de agua transparente con berros cuyas sombras se veían en la arena del fondo. Recuerdo que me tendí de guata en el suelo llorando, y miré las sombras de los berros sobre la arena blanca y me juré que jamás olvidaría ese momento.

Periódicamente ese momento me vuelve a la memoria. Tal vez para mi ese es el final de la felicidad perfecta y de alguna manera, de lo que considero mi infancia.

Cuando pienso en "recuerdos de infancia" no me vienen a la cabeza hechos concretos o anécdotas. Para mi "infancia" es la libertad, mi caballo, mis perros, el Lalo y el campo infinito. 

2019 05 31