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1964-1973

BONNEFOY : UN GRAN SERVIDOR DESCONOCIDO

por José RODRIGUEZ ELIZONDO

 

publicado en la REALIDAD y PERPECTIVAS (R y P) - revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile

Octubre 2021 / N° 100

2ª Temporada

 

páginas 12, 13 y 14

 

Claudio Bonnefoy Bachelet, condiscípulo y amigo entrañable, fue una de las víctimas del edificio que colapsara recientemente en Miami. En nuestro número de junio lo recordamos como colaborador y redistribuidor entusiasta de nuestra revista en los Estados Unidos. Por lo intempestivo de su desaparición y urgencias del cierre, omitimos que fue un transversalizado y valioso servidor de Chile, durante los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende Gossens. Conocedor de esa parte de su historia, yo solía exigirle sus memorias, a lo cual Claudio no se negaba… pero tampoco accedía. Le costaba recordar el final dramático de esa época. Sucede que el 23 de octubre, “celebrando su vida”, sus hijas depositaron sus cenizas en el mausoleo familiar en Santiago y su hija Pascale me regaló copia de las notas que estuvo escribiendo durante sus últimos meses. Para mi sorpresa, eran apuntes para esas memorias que yo tanto le pedía. Con permiso de Pascale, reproduzco un extracto de aquellos que narran sus trabajos como asesor jurídico de Chile en las complejas relaciones con los Estados Unidos, derivadas de la deuda externa y de la estatización del cobre. Esa fue la actividad – tan prolija como desconocida – que lo dejaría viviendo, para siempre, fuera de nuestro país.

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I

En 1964, tan pronto como Eduardo Frei Montalva asumió el cargo de Presidente de Chile, envió a París una delegación de dos personas para renegociar la deuda externa. Los integrantes fueron José Piñera y Edgardo Boeninger.

 

Yo fui designado para actuar como secretario de ellos. Regresé en febrero de1965 e inmediatamente fui nombrado miembro del Departamento Jurídico de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), donde comencé a trabajar a principios de marzo.

 

Mi objetivo más importante, con diferencia, era tener una carrera docente en la Escuela de Derecho, Universidad de Chile, donde había estudiado. Comencé a enseñar como profesor asociado en marzo de 1965, un mes después de mi llegada. Me fue bien porque los 7 estudiantes que tuve el día uno aumentaron a 120 después de tres semanas. En 1967 me convertí en profesor extraordinario, distinción para la que tuve que escribir una tesis e impartir una clase frente al decano y 7 profesores, sobre un tema seleccionado la noche anterior. Al año siguiente, uno de los profesores titulares se jubiló y fui nominado para ocupar su lugar. Así me convertí en profesor titular, mi objetivo final.

 

A fines de 1967 dejé Corfo para convertirme en el Asesor Jurídico Adjunto del Ministerio de Relaciones Exteriores. Estaba entonces ubicado en el palacio de La Moneda y mi oficina daba a la Plaza Bulnes. Disfruté mucho de este trabajo, ya que tuve que ocuparme exclusivamente de asuntos de derecho internacional, que continué enseñando.

 

Como parte de este trabajo, en septiembre de 1968 el canciller Gabriel Valdés me nombró representante de Chile ante el Comité Jurídico de la Asamblea General de la ONU, durante su reunión anual. En esa capacidad, además de representar a mi país en el Comité Jurídico, tuve que asistir a la reunión del Comité Político cuando se discutieron cuestiones jurídicas. El problema principal fue la invasión soviética de Checoslovaquia que había tenido lugar en agosto. El embajador chileno ante la ONU en ese momento era José Piñera, el mismo para quien había trabajado brevemente en 1964. Intelectualmente brillante, también era un caballero y siempre me trató con gran cortesía y como un amigo.

 

II

Fui reelegido para el mismo cargo para las reuniones de la Asamblea General de 1969 y 1970 y, en diciembre de ese año, como consecuencia del cambio de Gobierno, tuve que regresar a Corfo a mi antiguo cargo, que no disfrutaba.

  

En julio de 1971 el Congreso chileno aprobó por unanimidad una enmienda constitucional nacionalizando (expropiando) las minas de cobre propiedad de empresas estadounidenses, en particular Anaconda y Kennecott. La enmienda estableció un procedimiento para determinar si las empresas recibirían o no una indemnización y, de ser así, su importe.

 

El asunto era absolutamente crítico para el país porque las exportaciones de cobre representaban alrededor del 70% de los ingresos. Muy pronto quedó claro que los partidos políticos que apoyaban al gobierno no estaban dispuestos a pagar ninguna compensación.

 

Como parte de mis actividades académicas, había estudiado el comportamiento de los gobiernos estadounidenses en casos en los que empresas con inversiones en el extranjero habían sido expropiadas sin pago de compensación. Más específicamente, sabía que los gobiernos de los EE.UU. habían tomado represalias contra el gobierno expropiante, confiscando todos los activos a su alcance, que pertenecían a cualquier entidad del sector público.

 

El sector público chileno, incluido el Banco Central, tenía millones de dólares depositados en cuentas USA, New York.

 

Por esta razón, pocos días después de que el Congreso aprobara la nacionalización de la industria del cobre escribí una carta dirigida a Clodomiro Almeyda (Ministro de Relaciones Exteriores), Eduardo Novoa (Presidente del Consejo de Defensa del Estado), José Rodríguez Elizondo (Fiscal de Corfo) y Jaime Faivovich (Fiscal de Codelco), haciéndoles saber qué pasaría con los activos públicos chilenos en los Estados Unidos si las empresas estadounidenses no recibían ninguna compensación.

 

Almeyda tomó en serio mi advertencia e inmediatamente convocó una reunión a la que se esperaba que asistieran todos los destinatarios de la carta. Faivovich boicoteó la reunión por razones políticas, ya que era de la opinión de que debería seguirse el ejemplo de Cuba y romper drásticamente todas las relaciones con los Estados Unidos, lo que era la opinión de una minoría muy importante dentro del Partido Socialista. Para mi sorpresa, también asistió el recientemente nombrado embajador de Chile ante los EE.UU., Orlando Letelier y fue ahí que lo conocí.

 

Se me pidió que desarrollara mis puntos de vista con más detalle y propusiera lo que se debería hacer en caso de que se tomaran represalias afectando activos chilenos. Concluí diciendo que el embajador debería identificar y contratar urgentemente a un bufete de abogados cuyos miembros deberían estar bien informados sobre el tema.

 

La reunión terminó con el embajador solicitando al Ministro Almeyda que me enviaran inmediatamente a la embajada como Asesor Legal, con pasaporte diplomático, para ocuparme de estos asuntos.

 

 

III

Esto es lo que me envió a los EE.UU., convencido de que sería por un período de tiempo muy limitado.

 

Y esta fue la primera vez que un evento político, la nacionalización de la industria del cobre, cambió dramáticamente mi vida profesional y personal.

 

Mi misión, formalizada por una orden ejecutiva (“decreto”) firmada por el propio presidente Allende, terminaría el 31 de diciembre, pero tuvo que extenderse por otros dos meses, ya que el litigio entre la empresa Anaconda y el Estado chileno ya había comenzado. Me pagaban una asignación diaria de US $ 27 (“viatico”) que se suponía cubría todo, desde el alojamiento hasta la comida y el transporte.

 

Mi oficina estaba ubicada en la Embajada de Chile en Washington, D.C., pero el litigio estaba en New York y tenía que viajar casi todas las semanas. Mi misión se renovaba cada dos meses mientras mi familia permanecía en Chile. Aunque pude verlos de vez en cuando, dije BASTA: o vuelvo o usted (el Gobierno) envía a mi familia y mi miserable asignación diaria es reemplazada por un salario decente. El Gobierno accedió a mis demandas y mi familia llegó en julio de 1972.

 

En abril de 1972 el Gobierno me envió a Francia a unirme a un pequeño grupo de economistas del Banco Central, para renegociar la deuda externa con el Club de París. Al llegar hice lo que se esperaba de mí, ir a la Embajada de Chile para presentarme al Embajador y explicarle cuál era el propósito de mi viaje. El embajador no era otro que Pablo Neruda, que había recibido el Premio Nobel de Literatura un año antes y era una personalidad muy conocida en la ciudad. Tengo varias anécdotas sobre esa relación con Neruda durante los 8 días que estuve allí.

  

A mi regreso me uní a otro grupo de economistas del Banco Central que llegaron para renegociar la deuda con el Banco de Exportación e Importación (EXIMBANK). Mientras continuaba el litigio con la Anaconda Copper Co. en Nueva York, la otra empresa expropiada, Kennecott, inició en octubre de 1972 un litigio similar en Francia. Me nombraron para ir allí y contratar abogados franceses para que se hicieran cargo de este litigio y se esperaba que los instruyera y supervisara de cerca. Esto me obligaba a viajar entre Washington y París con mucha frecuencia desde octubre de 1972 hasta abril de 1973. Parte de mis deberes era informar al Embajador Neruda todas las noches sobre los eventos del día y esto me permitió conocerlo mucho mejor a él y a su esposa.

En ese momento estaba bastante enfermo y todas las noches lo encontraba en la cama. Tengo recuerdos claros de mis conversaciones con él y su esposa Matilde.

 

A finales de 1972 Kennecott amplió su ofensiva legal y se hizo evidente que yo no podía seguir siendo responsable del litigio de Anaconda e informar y supervisar activamente al mismo tiempo a abogados locales en cuatro países europeos. Tuve que elegir si permanecer en el manejo del litigio de Anaconda o mudarme con mi familia para hacerme cargo del litigio europeo. Fue mi elección (…) Exclusivamente por razones familiares decidí quedarme en Washington.

 

Mis deberes profesionales incluyeron ser el Asesor Legal de la Embajada de Chile. Tuve que responder a todo tipo de preguntas legales del personal de la Embajada, en particular del Embajador Letelier, con quien desarrollé una estrecha relación personal.

 

En junio de 1973 Letelier fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores y tuvo que regresar a Chile.

 

La Embajada quedó encabezada por su adjunto, Mario Artaza, diplomático de carrera que fue mi amigo desde 1968. Todo salió bien hasta el 11 de septiembre de 1973, cuando un golpe militar resultó en la muerte del presidente Allende y su reemplazo por una Junta encabezada por el general Pinochet.


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localización geográfica

genealogía

en aquellos tiempos

recuerdos de infancia

actualmente

_ 1964-1973 bonnefoy: un gran servidor desconocido - r y p

  

familias asociadas:

bachelet (brandt)

marot (lavirotte)

 

localidades consideradas:

 

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